ORACIONES MASÓNICAS
ORACIÓN DE BIENVENIDA A UN NUEVO HERMANO SEGÚN EL RITO DE LOS ANTIGUOS (Dermott)
Muy Santo y Glorioso El Shadaï,
Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra,
Que eres el dispensador de todos los Dones y Gracias.
Y que has prometido que allí donde dos o tres
se reúnan en Tu Nombre,
estarás en Medio de ellos:
En Tu Nombre nos reunimos
Y nos encontramos,
Te imploramos humildemente que bendigas
Todos nuestros trabajos,
Que podamos conocerte y servirte cabalmente,
Que puedan nuestros actos servir a Tu Gloria
Y a la salvaguarda de nuestras Almas.
Y te imploramos, Oh Señor Dios,
Que bendigas el presente Trabajo
Y de acordar que este, nuestro nuevo hermano,
Dedique su vida a Tu Servicio
Y que pueda ser un Hermano verdadero y fiel
entre nosotros;
Invístele de una porción de Tu Sabiduría Divina,
A fin de que pueda,
ser capaz de percibir los Misterios
de la Piedad y del Cristianismo,
ayudado por los Secretos de la Franc-Masonería.
Nosotros te lo suplicamos humildemente,
En el Nombre, y por el Amor, de Jesuscrito
Nuestro Señor y Salvador.
Amen.
Fuente: Philippe Langlet, Les plus belles prières des francs-maçons, Paris, 2001.
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ORACIÓN MASONICA
(Aprobada el 30 de Noviembre de 1663 en la Asamblea General de Wakefield)
Muy Santo y Glorioso El Shaddaï
Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra,
Dispensador de todos los dones y de todas las Gracias
que has prometido que cuando dos o tres
se reúnan en Tu Nombre,
estarás en Medio de ellos:
En Tu Nombre nos convocamos
Y nos reunimos,
Te suplicamos humildemente que nos bendigas
En todos nuestros trabajos;
Que nos envíes Tu Espíritu Santo
A fin de iluminar nuestros espíritus de Sabiduría
Y la inteligencia de Nuestro Venerable
Y digno Oficio
Para que podamos conocerte
Y servirte como se debe.
Y que todos nuestros actos puedan servir
A Tu Gloria y a la Salud de nuestras Almas.
Publicada por Jean Reyor, Sur la route des Maîtres Maçons, Paris, ed. traditionnelles, 1989, p. 40.
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LA UNICA FUENTE DE LA FELICIDAD
(Oración de apertura de Trabajos. Rito Escocés Rectificado, Francia, siglo XVIII)
Gran Arquitecto del Universo,
Ser Eterno e Infinito,
Que eres la bondad, la justicia y la verdad.
¡Oh Tu! Que mediante tu Palabra todopoderosa e invencible
Has dado el ser a todo lo que existe,
Recibe el homenaje que los H:. aquí reunidos en Tu presencia
Te ofrecen ellos mismos y por la Humanidad.
Acude y dirige Tu mismo los trabajos de la Orden
Y los nuestros en particular:
Dígnate conceder a nuestros propósitos un final feliz,
A fin de que el Templo que hemos proyectado elevar a Tu Gloria
Estando asentado sobre la Sabiduría,
Decorado por la Bondad,
Y sostenido por la Fuerza, que proceden de Ti,
Constituya una jornada de paz y de unión fraternal,
Un refugio para la virtud
Y una impenetrable muralla para el vicio
Y santuario para la Verdad;
Para que podamos todos encontrar alli la verdadera felicidad
Pues así como tu eres el Único principio
También Tu eres el final por siempre jamás.
Que así sea.
Fuente: Philippe Langlet, Les plus belles prières des francs-maçons, Paris, 2001.
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QUE LA ARMONÍA REINE EN NUESTROS CORAZONES
(Apertura de Trabajos. Rito de York, siglo XIX)
Muy Santo y Glorioso Señor Dios,
Gran Arquitecto del Universo,
Dispensador de todos los dones y gracias,
Tu que has prometido que allí donde dos o tres se reunan en Tu nombre,
Allí estarás Tu en medio de ellos y les bendecirás.
En Tu nombre nos hemos reunido
Y en Tu nombre deseamos cumplir nuestros actos.
Haz que los sublimes principios de la francmasonería
puedan hacernos superar toda discordía y pasión,
que ellos introduzcan la armonía en nuestros corazones,
que ellos nos enriquezcan de Tu amor y de Tu bondad
y que esta Logia pueda, en este momento,
reflejar humildemenete el orden y la bondad
que reinan siempre ante Tu trono.
Amen.
Fuente: Philippe Langlet, Les plus belles prières des francs-maçons, Paris, 2001.
Tabernáculo de Moisés, miniatura de una Biblia del año 1162, códice de la biblioteca de la Colegiata de San Isidoro, fol 50 r , Leon, España
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Oración que hace el V., arrodillados todos los M., antes de recibir el juramento al pretendiente
Oh Gran Dios, Arquitecto Supremo del Universo, dignaos admitir y bendecir nuestros trabajos, y acogernos bajo vuestra divina protección; rogámoste todo poderoso, que este pretendiente cumpla fiel y religiosamente con los preceptos de la M. el más antiguo y honrado orden; inspirarle fortaleza y determinación para alejarse y deshacer todo atentado que pueda corromper la Moral; y para que jamás escuche a los malvados, que bajo la capa de M. quieren sumergir su patria en anarquía y guerra civil, tan ajeno todo de tus divinos preceptos, como del deber de un buen M.
Iluminad su entendimiento, y gravad en su corazón el sagrado juramento que va a hacer y la necesidad de cumplir con él en todas sus partes para bien de la Sociedad y de todo el genero humano, recordándole que sin buenas obras no hay felicidad en esta vida, ni salvación n la venidera; y que el buen M. no puede ser traidor a su Rey, Patria ni Religión. Así os rogamos que os dignéis escucharnos, inspirándonos el modo de seguir el camino recto, trazado desde el principio. Amen.
Fuente. A. G. P., Papeles reservados de Fernando VIII, t. 67, fol. 285.
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Oración hecha por el capellán de la L. en sesión dedicada a San Juan Evangelista
A. U., la confianza que vuestra bondad y prudencia me inspiran y la necesidad de cumplir con la obligación que esta respetable L. me ha impuesto, honrrandome con el Titulo de su capellan, me animan a encender mi pequeña luz, no para aumentar los resplandores de las grandes luces de nuestra L. sino para llenar mi deber y contribuir al regocijo y solemnidad de esta pequeña, aunque muy augusta función dedicada al Restaurador de la antigua M. nuestro Patron S. Juan Evangelista; vajo cuya tutela, según la constante tradición y fidedignos documentos M. trabajaron desde el principio y consagraron sus L. los verdaderos M., digo verdaderos, por que no todos los que se cubren con tan respetable manto contribuyen a la reedificación del gran templo del Supremo Arquitecto del Universo, ni al engrandecimiento de aquella nueva y hermosa ciudad, que nuestro tutelar vio en la Isla de Patmos, la cual no necesita de los resplandores del sol ni de la luna, porque es mayor la luz que la ilumina por cuyas puertas no entra nada manchado y hasta los Reyes de la tierra reciben honor y gloria quando cruzan sus humbrales.
Nosotros A. U. reunidos para llevar al cabo tan grande obra, debemos trabajar con actividad constancia y fortaleza, para reunir abundantes y escogidos materiales, cuidando de su mejor colocación, que es para lo que nos hemos rebestido de los adornos M. y no para una vana ostentación, teniendo presente que la joya mas preciosa del M. es la virtud, verdadera y unica fuente de la alegría, de la paz, de la unión, de la gloria y de la felicidad terrena y celestial, y sin la que es imposible mantener ni la armonía M. ni civil. Por esto estan cerradas nuestras puertas para el vicio y para el crimen que siempre traen consigo el desconsuelo, la pena la desunión, la discordia y la anarquia, y lo que es más la reprobación del supremo Arquitecto del Universo. Por esto los gloriosos H. que nos han precedido, pintaron la virtud con simbolos tan bellos e interesantes, como horribles y espantosos los del vicio; sigamos pues sus huellas, y sobre todo las de nuestro tutelar Patrono, que después de haber empleado su larga vida en enseñar a los hombres a vivir en paz y armonía, ilustrándolos y comunicandolos la luz; nonagenario ya en Efeso solía repetir diariamente a sus discípulos estas memorables palabras, que deben estar grabadas en el corazón de todos los M.: Hijos mios amaos unos a otros. Amémonos, pues, mutuamente guiados por nuestra fe, esperanza y caridad, y veremos con santo jubilo crecer y elebarse esta obra grandiosa, y descender sobre nuestros inocentes trabajos las bendiciones del Supremo Arquitecto del Universo. Amen.
Fuente: A. G. P., Papeles reservados de Fernando VII, t. 67, fol. 286-287 vto.
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ORACIÓN PARA LA CADENA DE UNIÓN
(RITO FRANCÉS, 1793)
Hermanos míos;
No olvidemos nunca que el Amor fraternal es la base, la piedra angular, el cemento y la gloria de nuestra antigua fraternidad.
Que nuestros corazones se unan a la par que nuestras manos, que el Amor fraternal una todos los eslabones de esta cadena formada por nosotros libremente.
Comprendamos la grandeza y belleza de este Rito ancestral, penetrémonos de su sentido profundo.
Esta cadena nos une a todos nuestros Hermanos, felices o desgraciados, extendidos por la faz de la Tierra. En ella están siempre presentes los que la formaron ayer.
Que ella sea símbolo de la tradición que hemos recibido regularmente, que nos mantenga sin desfallecer, y que la transmitamos en su plenitud a las generaciones venideras.
Elevemos nuestro espíritu hacia el Gran Arquitecto del Universo que es Dios, y juremos trabajar sin descanso, como buenos y fieles francmasones, en la gran obra de la Fraternidad universal.
Fuente: Philippe Langlet, Les plus belles prières des francs-maçons, Paris, 2001.
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Padre Nuestro
Padre Nuestro:
Tú que estás sobre todas y en todas las cosas,
!Antes que sus causas y tras sus efectos,
!En un Infinito que lo abarca todo!
Lo uno y lo diverso.
Padre Nuestro que estás inmanente en el Todo:
Arriba y abajo; muy alto en el cenit,!
Muy bajo en la hondura, bajo nuestro suelo,!
Aunque el hombre te adore en la altura,
cuando ignora que en ella navega "su mundo";
que estamos flotando en el cielo.
Cada cual santifica Tu Nombre
Según su potencia de conocimiento:
Según lo que alcanza
Con la inteligencia o con el sentimiento,
!Poderes benditos que nos van acercando al Misterio
tras el cual te escondes mientras progresamos
en la ruta infinita del tiempo¡
Sea venido a nosotros Tu Reino:
Por estar en él "somos"; en él "existimos",
bajo todas las formas de vida que tú has deparado,
en cadena sin fin de experiencias,
anhelos, herencias y cambios de estado;
Juez omnipotente
de causas primeras y causas finales,
¡contingencias de libre albedrio
en circuitos de leyes fatales!
Fluir aparente de luces y sombras,
de bienes y males,
siempre relativos
y convencionales,
¡pero que nos ligan a lo trascendente!
Así yo concibo Tu Reino
con mil horizontes, moradas y planos;
reinando por todo tus leyes,
creándolo todo Tus manos;
siendo Tú el venero
de lo Bueno, lo Bello y lo Justo,
que es lo Verdadero.
Y así se encadena
tomando sentido moral y fecundo
la vida terrena:
"Estar en el mundo
de tres dimensiones"
donde nos acucian oscuros problemas,
y grandes miserias y bajas pasiones,
para "ser" más allá de ese mundo;
en el otro reino que viene o que espera,
en el cual la vida sigue mansamente
su eterna carrera.
Hecha está Tu Voluntad,
así en la Tierra como en el Cielo:
Por doquier asoma,
por doquier la vemos,
cuando alumbran buscando el arcano
las luces inquietas del entendimiento.
El pan nuestro nos distes por siempre,
Providente y Bueno,
antes que naciera en el "homo sapiens"
y en la bestia humilde
el imperativo de hacer que comerlo.
Mas, aunque lo diste con pródiga mano,
has determinado, para que fuera "nuestro",
que cada uno gane, con trabajo propio,
pan para su alma y pan que nutra el cuerpo.
Yo sé que a tus ojos
están perdonadas mis deudas;
que todas mis culpas
no son más que formas de yerro:
ignorancias que iré cancelando
amando y sufriendo,
mientras subo la escalera gloriosa
del "semper ascendens";
la ruta bendita de luz y progreso
donde sacrificas a todos los seres
que pueblan los mundos
que van por los cielos.
!Y en ese camino,
donde se proyecta todo mi futuro,
y está mi pasado y vive lo eterno,
cuanto más alcanzo,
más te entiendo,
tanto más perdono las ajenas deudas,
tanto más disculpo el error ajeno.
!Déjarne caer en tentación de pecados,
que pueda medirlos mi discemimiento;
que al librarse de ellos,
por mi propio motivo y esfuerzo,
podré demostrar ante mi y ante todo otro ser,
que, al orar,
he sabido sentir, meditar y querer;
que dentro de mí
hay un ente que "sabe creer".
Haz que mis hermanes mayores
me libren del mal
cuando yo no pueda valerme y vencerme.
!Seres de otro plano, entes de otro cielo,
que, obrando en Tu nombre,
puedan influir en las cosas del suelo.
¡Sef\or! que me ayuden.
Yo a mi vez prometo
en plan solidario,
auxiliar a aquellos que lo necesiten,
mientras pueda prestarles
mi brazo o mi mente, ayuda o consejo.
¡Sea así! Que se cumpla Tu ley,
Sempiterno instrumento del bien;
la que da a cada
uno lo suyo,
conforme a sus obras y según su grado,
por siglos de siglos, ¡Amén!
Autor: Eduardo Anaya Mena, Maestro Masón, simbólico Asmara, Penal de Burgos, 1941.
Fuente: Eduardo Alfonso, La masonería española en presidio, Barcelona, 1983, pp. 30-31.
ORACIÓN A DIOS
(Voltaire, Tratado de la Tolerancia, cap. XXIII)
No me dirijo a los hombres. Me dirijo a Ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos, de todos los tiempos; si es permitido a débiles criaturas, perdidas en la inmensidad e imperceptibles para el resto del universo, atreverse a pedirte algo, a Ti, que todo lo has dado, a Ti, cuyos decretos son inmutables y eternos. Dígnate mirar con piedad los errores de nuestra naturaleza; que esos errores no sean calamidades. No nos has dado el corazón para aborrecernos y las manos para degollarnos. Haz que nos ayudemos mudamente a soportar el fardo de una vida penosa y fugaz; que las pequeñas diferencias entre los trajes que cubren nuestros débiles cuerpos, entre nuestros insuficientes lenguajes, entre nuestros ridículos usos, entre nuestras imperfectas leyes, entre nuestras insensatas opiniones, entre nuestras condiciones tan desproporcionadas a nuestros ojos y tan iguales ante Ti, que todos esos pequeños matices, en fin, que distinguen a los átomos llamados hombres, no sean señal de odio y persecución; que los que encienden cirios en pleno mediodía para celebrarte soporten a los que se contentan con la luz de tu sol; que los que cubren su traje con tela blanca para decir que hay que amarte, no detesten a los que dicen lo mismo bajo una capa de lana negra; que sea igual adorarte en una jerga formada de antigua lengua, que en una jerga recién formada; que aquellos cuyo traje está teñido de rojo o morado, que dominan una partícula de un montoncito del barro de este mundo y que poseen algunos redondeados fragmentos de metal, gocen sin orgullo de lo que llaman grandeza y riqueza, y que los demás lo vean sin envidia; porque Tú sabes que no hay en esas vanidades nada que envidiar ni de qué enorgullecerse.
¡Ojalá que todos los hombres recuerden que son hermanos! ¡Que abominen de la tiranía ejercida sobre las almas, como execran el bandidaje que arrebata por la fuerza el fruto del trabajo y la industria pacífica! Si los azotes de la guerra son inevitables, no nos aborrezcamos, no nos destrocemos unos a otros en tiempos de paz, y empleemos el instante de nuestra existencia en bendecir en mil lenguas diversas, desde Siam a California, tu bondad que nos concedió ese instante.
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